lunes, 13 de agosto de 2012

From my Blonde Mind: Nunca en el Mismo Espejo.


Cuando una lanza una mirada retrospectiva hacia el pasado, ya sea porque esté ojeando viejas fotografías, porque toque una necesaria limpieza en el guardarropa o en alguna de esas innumerables maletas que todas las mujeres tenemos tendencia a acumular sin remedio ni solución, entonces, por lo menos en mi caso, surge una pregunta a medio camino entre lo existencial y lo puramente banal, esta es: ¿Cómo me podía a mí encantar algo tan horroroso como esto que sostengo entre las manos? Si debía parecer una cucaracha.
O: “En esa foto en la que estoy tan sonriente y feliz vestida cual niña de la casa de la pradera con  dos trencitas a los lados de la cabeza, ¿qué leches estaba pensando?” Después de una ardua y sesuda meditación, llego a la conclusión de que hay muchos elementos que intervienen en el resultado final: influencias externas, como el caso de las tendencias del momento, amigos, familia, sitios por los que sales y un largo etcétera; pero también factores internos ,y esto es lo que llama más mi atención.
 No somos sujetos estáticos sino sometidos a un constante devenir. Decía Heráclito: “Nunca te bañarás dos veces en el mismo río.” A lo cual yo podría añadir: “Ni te mirarás dos veces en el mismo espejo.” Porque tú habrás cambiado. Vamos evolucionando, probando, encontrándonos a nosotros mismos a base de ensayo y error.
La ropa no es algo tan insignificante como a simple vista pueda parecer, si nos detenemos un momento y observamos a sus portadores, esta nos revelará mucho de ellos. Nos habla de sus gustos, de su forma de vivir, ¿van más arreglados o menos? ¿Prefieren lo clásico (son más conservadores)? ¿O arriesgan al límite? Los escotes y las minis están prohibidos (muy religiosa o muy cohibida); no prestan atención en absoluto a su imagen (o es un genio o tiene una depresión aguda); llevan distintivos o logos (pregonan a gritos: “Pertenezco a tal o cual colectivo”);  uniformes (“Esta es mi profesión”) ; ropa cara y marcas (“Aquí está mi estatus.”) igual de cara pero alternativa (“Soy rebelde porque el mundo me ha hecho así”) .
En definitivas cuentas, tantas opciones como uno pueda imaginar, pero, lo realmente representativo, no es esto, que puede parecer algo evidente, sino que todos podemos, y de hecho lo hacemos, pasar por varias de estas facetas u opciones vitales, y no siempre algunas coherentes con las anteriores. Se puede pasar del cuello de cisne al palabra de honor o de la sudadera ska al polo con caballo de tamaño real, ese que una conocida marca luce como orgulloso distintivo de la casa (si alguien acude como invitado a vuestro hogar con dicha prenda no seáis desconsiderados y tened en cuenta las necesidades del equino, ofreciéndole un cuenco con agua. Decía una amiga mía que si las dimensiones del cocodrilo, emblema de otra firma, alcanzaran tal magnitud, la camiseta tendría que venir acompañada de un certificado de posesión de especies exóticas).

Todo esto no es fruto del azar, no, obedece a una lógica, aunque a veces nos resulte difícil seguir la conexión existente entre el punto “A” y el punto “Z”, ya que todas las letras intermedias a lo mejor no quedan en la superficie, pero estar, están en algún lugar. Quizás habitaban latentes en el interior del sujeto o, tal vez, obedezcan a algo tan curioso como los estados de ánimo, no esos explosivos que duran minutos o horas, pero que al final se diluyen, sino otros mucho más profundos, arraigados en nuestra inconsciencia y que durante una etapa de nuestra vida configuran nuestra personalidad: La rebeldía de la adolescencia con su necesidad de reivindicarse. La irascibilidad fruto de trajín hormonal que se opera en nuestro organismo. La alegría, éxtasis y  melancolía que se alternan en nuestras primeras incursiones amorosas y sexuales.
También son nuestros sastres la  tristeza por la pérdida de un ser querido o las desilusiones de la vida.
 Años después, la tranquila satisfacción de aceptarnos y querernos tal y cómo somos y no como desearíamos ser. El llegar a un acuerdo entre cuerpo y mente para lucirse y lucirlos. La madurez del espíritu en constante cambio.
Llegarán luego tiempos en los que solo veremos nuestro exterior como una jaula de huesos que cubrir con algo a lo que no daremos importancia antes de que llegue el vestido final de la mortaja.
 Y es que, lo que llevamos por dentro, rezuma por fuera.
Yo, por mi parte, he notado esos cambios que me han traído de una etapa hippie, de amor a la humanidad, al negro riguroso de lo sombrío de mi espíritu cuando sentía que todo era oscuro a mí alrededor. De las camisas holgadas  y las faldas largas durante esa fase en la que aborrecía mi cuerpo porque no se ajustaba a mis expectativas, a los escotes de vértigo y las minis impúdicas porque solo se es joven una vez y porque lo que se van a comer los gusanos pues que lo disfruten los humanos.  De los colores apagados a todos los del arcoíris porque la vida esta llena de matices, con lo que hay que tener para un roto y un descosido.
Vestimos el alma, no el cuerpo.
Sigo conociéndome y cada día aprendo algo nuevo, porque en la moda, como en la vida, nunca te mirarás en el mismo espejo, a lo mejor en uno parecido, pero nunca en el mismo.  


Mañana martes, Regina Roman con su consultorio “La Mota Rosa”. Vuestras preguntas a info@reginaroman.com

9 comentarios:

  1. Sí, señorita. Lo cierto es que la ropa es la muestra viva de nuestro estado de ánimo y los colores que acercamos a la piel, importan. Una profesora del cole de mi hijo me regaló una interesante teoría sobre la influencia del color y los tejidos en la formación de la personalidad de los peques cuando nos desmoñábamos por imponer el uniforme. Y me convenció.

    Como todos los lunes, me has hecho disfrutar :)

    Regina Roman

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  2. La frase: el hábito hace al monje.... jajajaj Bueno, supongo que nuestra forma de vestir siempre estará relacionada con nuestra personalidad o con el ánimo que tengamos en el momento ^^
    Maravillosa entrada cielo mío, como siempre nos dejas pensando durante un rato :D Besos guapaaaaaaaaaaa

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  3. Muy buena, peque.

    No conozco a ninguna mujer que haya mantenido su estilo durante toda la vida. Y no sé si es una suerte o una desgracia disponer de la herramienta ropa para expresar nuestros cambios, nuestros miedos, nuestras fortalezas... Lo que está claro es que es muchísimo mejor saber que las fotografías antiguas no nos devuelven solo imágenes ridículas de nustro aspecto, sino radiografías de nuestra alma.

    Beso y aplauso, rubia.

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  4. Yo siempre visto de negro y azul, pero es que es complicadísimo conjuntar colores con mi piel verde. Además, así dedico mi mente a otras cosas más importantes que la ropa que te pones. Aunque hay otro motivo y es que yo, por la mañana, voy zombie, y me pongo lo primero que pillo del armario.

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  5. Pues coincido en parte. personalmente, nunca me he preocupado mucho de la ropa que me pongo. Me la pongo como quien carga algo al hombre y hala. Con unos vaqueros y camiseta ya estaba hecho. Luego, si ves que algo gusta, la vanidad te empuja un poco a ello. Y aunque creas que no, vas cambiando en ropa como en forma de mirar las cosas. Y supongo que está bien que sea así. Si no cambiaramos nunca, mejor ser piedras.

    Un saludo :)

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  6. Y para mí que esto no va de ropa....

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  7. todo lo que hay detrás del armario... ¡qué misterio!

    Un beso y genial chicas!!!!

    Sois lo mejor del summer!!!!

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  8. Coincido totalmente, y sí, pasamos por muchas modas como etapas en la vida, creo que no se trata de encontrar un estilo sino de sentirse bien... como en nuestra vida cada día intentamos ser mejor, aún en los días más oscuros...

    excelente entrada y me dejas siempre reflexionando!!!! un besazo

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