sábado, 23 de febrero de 2013

Vaya Par de Gemelas: "Bienvenidos a Muy Pagano"


«BIENVENIDOS A MUY PAGANO»

    Érase una vez, en un reino muy muy pagano, un joven que respondía al nombre de Frederich Dan.
     Frederich era conocido en el reino por no ser nada de nada. No era alto ni bajo. Gordo ni flaco. Listo ni tonto. Espabilado ni vago.
     Fredy Ni, como lo llamaban los que no eran sus amigos ni tampoco sus adversarios, era un joven común, rozando lo ordinario.
     Su pelo ni largo ni corto no lucía por brillante ni tampoco lo hacía por apagado. Tenía los ojos entre un patidifuso estupor y la mirada astuta de una liebre, y su voz, cuando la utilizaba, no se alzaba dos timbres ni por debajo de dos bajos quedaba .
     Fredy Ni había nacido en Muy Pagano un día raro en el cual no hacía calor ni tampoco había nevado. Lloró lo suficiente para anunciar que había llegado, sin llegar a llamar demasiado la atención a los que entre las dos y tres y cuarto, echaban la siesta con sus cabras y ganado.
    Con casi dieciocho, uno arriba dos abajo, Fredy Ni pasaba su tiempo libre entre trabajar y mascar hojas de tabaco sin preocuparse demasiado por los temas que pudiese afligir el reino que lo había ignorado.
    Una mañana, sería de primavera, quizás a finales de otoño, el rey de Muy Pagano recibió una carta atada al pie de un cuervo que graznaba como un colibrí enamorado.
El capellán cruzó el gran hall de estatuas de oro y barro con el papel en la mano como si le persiguiera el diablo, mientras que con sus dedos libres hacía señales a con quienes se cruzaba para que le siguiesen y no tener así que darle las noticias al rey sin nadie más a su lado.
     El rey de Muy Pagano, un señor rechoncho de barba blanca a la altura del esternón, mirada cansada mas muy avispado, se encontraba cenando sus cereales, fruta y pescado, mientras observaba como sus ayudantes llenaban el gran saco rojo que nadie sabía para qué servía con montones y montones de regalos.
     Cuando el capellán entró con su cuello rojo y cara hinchados, ya sin voz el pobre bastardo, el rey le señaló y todos se callaron:
    —¿Qué hace aquí, pobre bastardo?
    —Rey mío, una noticia, una buena nueva, quizás no tan buena cuan mala os traigo.
    Uno de sus ayudantes, gnomos de nariz coloradas y ojos desorbitados, avanzó por el suelo de mármol llevando tras de sí un trozo de satén rojo que marcaba sus pasos.
    —¡Mirad! —Exclamó el rey y todos se tensaron—: ¡Una cometa! ¿O será un burro alado?
    Las risas se alzaron hasta que al pobre diablillo no se le diferenciaba las orejas de los costados, y al fin, nota en mano y cola de diablo, se dispuso a entregarla en manos de su jefe y mandatario.
    —Decid qué pone tal nota, pobre bastardo —entonó el rey mientras acariciaba el lomo de su mascota, una mezcla entre caballo y poni con un unicuerno de venado.
    —Dice, oh, mi bondadoso rey, que la guerra se desata y se requiere de un representante para la Cumbre de los Corsarios.
    El murmullo se alzó en diferentes tonos de runrún descompasados, hasta que gafas en la nariz y pergamino en mano, el rey leyó el tratado:
    —Se reclama a todos los reyes, de los reinos ricos cómo de los no tan agraciados, la presencia de uno de sus hijos, nativos mas no adoptados, para tomar voz y traer el voto de su líder en los asuntos que aquí serán tratados.
    El rey observó el papel con extremo cuidado, repasando sílaba a sílaba y pensando, para sus adentros y callado, qué tiempos aquellos en los que su única lectura eran cartas escritas a mano por niños que decían ser buenos cuando en realidad habían sido malos.
   —¿Y a quién elegís, oh, sabio rey? ¿Será al caballero Juan El Galán, o tal vez su primo, Jorge El Gallardo?
   —Ni uno ni otro, pues necesitamos que sea especial a la vez que secundario —contestó el anciano rey mientras peinaba su largo barbado.
   —¡Fredy Ni, entonces mi rey! —Exclamó el capellán exaltado.
   —No conozco tal Fredy, de Ni no sé nada, y no sé pues si será el indicado.
   —Sí, mi señor, Ni, el que no es ni joven ni casado, el mismo que vive entre las praderas y el campo de maíz, sin hablar ni tampoco ser demasiado callado.
   —Fredy Ni... —dijo el rey pensativo—. ¿Y podrá él ser el indicado?
   —En efecto, excelencia de barba apuesta y cabellos rizados —contestó el pobre bastardo—. Nadie lo conoce, mas tampoco es demasiado ignorado. No llama la atención por ser apuesto, mas no se puede decir que el pobre hombre no sea agraciado. Es inteligente sin pasarse de sabio, y es sabido que habla cuando tiene que hacerlo, callando si no es demandado.
   Todas las voces se unieron en un zumbido casi entonado, mientras el rey miraba al capellán haciendo temblar hasta las muelas del pobre bastardo.
   —Ni, entonces sea. Traedme al que no es poco ni demasiado, y veré si podrá ayudarnos ahora que es reclamado.
   Fredy Ni observaba las puntas de los maizales, calculando cuánto les quedaba para poder ser colectados, cuando caballos al trote y trompetas en los labios, cinco caballeros se detuvieron a pocos pasos de su lugar privilegiado.
   —Frederich Dan, Ni, para los que son de tu poblado —empezó en caballero cuyo yelmo señalaba orgulloso la plata y rojo intercalados—. Se os reclama ante el rey para una misión a la cuál no se debe de negar, mas que tampoco se le es obligado.
   —Si no se me es obligado, pues —dijo Ni tras unos segundos, quizás minutos, de mirarles callado—, podéis volver sobre los mismos pasos de sus caballos. Y tened cuidado donde pisáis, el maíz en esta época es muy delicado —Fredy Ni cerró los ojos y siguió mascando su tabaco. Así seguro se cansaban y volvían al poblado.
   —Fredy Ni, el que no es ni de aquí ni de allí —dijo el soldado tras carraspear disgustado—, órdenes del rey traemos, ¿acaso es usted un renegado?
   —¡Pobre de mí, insensato! —Contestó Fredy ya enfadado—. Soy hijo de mi padre y de mi madre, un hijo amado. Nací ni aquí ni en ningún lado, y solo me acojo a mi derecho de permanecer sentado.
   —En efecto pues, de su derecho hemos indagado. Mas el rey es quien leyes dicta, y en su nombre se le quita tal legado. Levántate pues, Frederich Dan, Ni, para los allegados.
   —Si mi señoría insiste, os acompañaré, mas no de mi agrado. Éso sí, tomad nota, apuntad lo que os he contado —finalizó Ni a lomos del caballo—: no soy hijo de aquí, de allí, de ningún lado. Así que si su señoría mi presencia a reclamado, por mis servicios exijo ser pagado.
   —¡Un bufón, astuto el tarado! —Exclamó el rey, arremetiendo contra su pobre caballo venado.
   —En efecto, mi señor. Un pago ha reclamado —contestó el líder de la caballería, ocultándose tras el capellán, pobre bastardo.
   —¡Haced pasad a tal Ni! A ver si el que no es ni de aquí ni de allí, tiene algo que alegar antes de ser decapitado.
Fredy Ni entró con su cabeza no tan en alto como cabizbajo. Se detuvo frente al rey y una mirada astuta le echó al poderoso mandatario.
   —¡Vos, insesanto! El que no sabe de dónde viene mas sí dónde ha acabado, ¿qué alega en vuestra defensa ante tal agravio?
   —En efecto, su majestad, el de larga barba y grandes brazos —empezó Ni mientras liaba una hoja de tabaco—. Mas pondero que ha habido un error, culparía yo al pobre bastardo —señaló al capellán quién sostenía la nota entre sus dedos sudados.
   —Un error dice, Ni el que no es de aquí ni de allí. ¿Cuán gran podría ser el error que más importante es que vuestra cabeza a mis pies?
   —En efecto, majestad, si me permite lo aclaro: tal reclamo lo hace al rey un hijo de su tierra, uno nato, y como bien lo dice su excelencia, no soy de aquí, de allí, ni de acolá... ¿en qué podría servir entonces un pobre Ni que apenas sabe hablar?
   El rey pensativo miró a Ni con los ojos entrecerrados. Sí, listo el tarado, listo como un condenado.
   —En efecto, Ni, el que no es de aquí, ni de acolá ahijado. La razón puede que la tenga, mas no del todo está aclarado.
   —Aclarad entonces, su majestad de barba y saco rojo con regalos. Si a sus gnomos y capellán queda claro, no seré yo, pobre de mí insensato, el que diga lo contrario.
   —A la Cumbre has de ir. Lo ordenó yo, y así se ha de cumplir. Mas Ni, el que no pertenece a ningún lado, su pago tendrá pues, por ser tan astuto... e insensato.
   —En efecto, si pago dice, de ganancias hablemos, excelencia, rey apuesto y barbado. Reclamo pues algo que no tengo, lo único de lo que me sé escaso.
   —¿Y de qué se trata, insensato Ni? ¿Tierras, cabras... maíz inflado?
   —Oh, no. Pobre de mí, ¿para qué querer algo que ya poseo o, en todo caso, me haga trabajar cuándo lo que quiero es estar sentado? Una moza, una que me acompañe y junto a mí no pertenezca a reino alguno, que sea como yo, solo un pobre insensato más en el mundo.
   —Y tal moza, Ni, el de que no es de aquí ni de allí, ¿ya lo ha pensado?
   —En efecto, mi rey el de caballos y gnomos de ojos desorbitados. Seguro la conocéis, ¿acaso no es de su sangre la muchacha de ojos y pelo color pardo?
   —¡Tal precio no se ha de reclamar a un rey! —Bravuconeó el mandatario golpeando el suelo con su bastón de zafiros incrustados—. Una princesa es, y con un príncipe ha de desposarse. ¡Ni, insensato y tarado! Ni mil Cumbres y sicarios harán que entregue a mi hija en manos de un bastardo.
   —Que así sea —la voz en tono bajo y cansado interrumpió a los dos hombres ya exaltados.
   —¡Id! No podéis estar aquí —dijo el rey, sus mejillas del mismo rojo que los sapos escalfados.
   —No, padre. Mi deber he de cumplir y el reino proteger. ¿Acaso no es lo que debo de hacer?
   —En efecto es vuestro futuro...
   —Que se cumpla pues, el futuro ha de cumplirse y así honrar al pasado —suspiró la princesa con los ojos empañados.
   —Si lo hace, hija mía, princesa de Muy Pagano, ya no serás ni de aquí ni de allí... ¿acaso te irás a Muy Lejano?
   —Entiendo pues que mi precio ha sido aceptado —interrumpió Ni mascando ruidoso sus hojas de tabaco.
  —En efecto, Ni, el que no es de aquí ni de allí —contestó la princesa a pasos lentos hasta detenerse a su lado—. Si he de no pertenecer a ningún lado, cómo su señoría, no ser de aquí ni de acolá, lo haré por mi reino y por mi padre, y todo se arreglará.
   El rey triste y decepcionado miró a Ni a sus ojos aletargados.
   —Frederich Dan, Fredy Ni para los que son de aquí cómo no lo es su señoría, la mano de mi hija la tendrá si acuerda que a nuestro reino nada malo le acaecerá.
   —En efecto, mi señor, suegro ahora diría yo —dijo Ni con una sonrisa no tan amplia como astuta, echando una mirada de reojo a la princesa de labios de fruta—. A la cumbre he de ir, y así lo haré. De mano de mi moza, nada más pediré...

***

   —Ni, el que no es de aquí ni de allí —la suave voz sonó a su lado—. ¡Insensato! ¡Pobre tarado! —Finalizó con un profundo beso en sus labios.
   —Mi princesa, ahora cómo yo, ni de aquí ni de acolá, ¿acaso dudaste un segundo de mí, me creíste fallar?
   —Ni más lejos, mi príncipe sin tierra o reino. Vuestro plan era perfecto, casi como lo haría un verdadero heredero.
   —Pues acomódate, mujer, y disfruta del viaje. Llegaremos a Muy Lejano antes de que sea tarde.
   —Fredy Ni, mi dulce Fredy, el que no es de allí, mas que está aquí —suspiró la princesa mientras la cabeza apoyaba sobre los hombros anchos mas no tan altos—. ¿Cómo lograste una nota atar a un cuervo sin ser hallado?
   —Confía en mí, mujer, ahora ni de aquí ni de allí. Soy insensato, en efecto tarado, mas si de algo no escaseo es de seseras y tiempo vago. Las ideas de los que cómo yo no pertenecen a ningún lado son las mejores, ¿ves tu lo contrario?
   —Ni, mi Ni... ¡mi dulce insensato!

***

   Un rey disgustado recibió una nota, pobre capellán acabó decapitado. En ella las buenas nuevas eran que tal cumbre nunca se celebró, como no había tal tratado, y que Ni, el que no era ni de aquí ni de allí, con su hija se había marchado.
   Dos hijos tenían, y cómo sus padres, no pertenecían a ningún lado.
   Y vivieron felices... comiendo maíz inflado.


***


** 
 Y el lunes no os perdáis So Blond t su Blond Mind...

2 comentarios:

  1. Ni muy ocurrente ni muy divertida, ni muy larga ni muy corta

    Broma..., es broma...

    Genial y diferente...

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  2. A veces, los que no somos ni una cosa ni la contraria, y por nada destacamos, el gato al agua nos hemos llevado.
    Fantástico texto Karol. ya era hora esta semana que alguien cumpliera :P (es bromaaa)
    Manu

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