domingo, 21 de abril de 2013

From my blonde mind: Lo que escondemos y mostramos.


Esta semana hemos tenido por fin un amago de primavera. El invierno ha sido largo y crudo con sus fríos y sus aguas. Vale, ya me he cargado una de las cosas esas de estilo de escribir al empezar hablando del tiempo, pero es que es verdad. Yo en invierno luzco muy poco, no es mi estación. Yo soy verano, luz solar, bochornazo y playa. Al menos tres meses porque luego a una le entra el agobio de sentirse sudá siempre y tener ya ganas de vestirse un poco bien y no ir tapada con vestidos piscineros. Yo tengo un pequeño problema de talla y altura y para que una cosa quede ajustada en la cintura siempre me pasa que queda corta por abajo, lo que me obliga a usar algún tipo de prenda de apoyo para no ir enseñando el pedigrí a la concurrencia.
Esto es un atavismo de la España de falda tobillera y mantilla pudiente o pañuelo de pueblo llano. El pudor de las nenas es una cosa así muy sui géneris y lo podéis comprobar todos en cuanto llegue el momento del despelote estival. 

Fotos en la piscina, con media teta fuera del biquini y la braga en huidiza salida de plano, tenemos todas además bien morenitas, torneadas e incluso con la piel húmeda y brillante por el agua o el protector solar mientras lamemos con avidez un pirulo o un calípo de irreprochable forma fálica que se deshace ante la succión mecánica y aplicada. Las altas temperaturas fuerzan la transpiración y el jadeo sin que nada de esto nos importe.
Saludamos y todo para esas instantáneas en las que luego se aprecian los depilados de acabado de urgencia y las fieles celulitis. Eso sí, lo que es anatema, chungo y malo causante de ruptura de parejas, es lo de fotos en ropa interior. «Hay ropa interior y ropa interior» puede ser una explicación, pero yo no hablo de cosas raras llenas de tiritas, cadenas o aberturas insinuantes, no, me refiero a ropa de todos los días que tan solo se diferencia de los biquinis en el tipo de tela que resulta que cala. La técnica y la costura han avanzado mucho y todo lo que te daba un sujetador inteligente te lo da ahora una prenda de baño que, además, como la va a ver la gente, suele tener un acabado mucho más mono con sus bordaditos, serigrafías o incluso pedrería o cadenetas. Así que no es la ropa en sí, no es el exhibicionismo, no es la cantidad de piel que quede al aire lo que nos hace ocultarnos tras la cortinilla de un probador.

Uuuum, entonces ¿Podríamos decir que es entonces un sentimiento casi ligado a la ética y a la moral, que le debemos a nuestros semejantes, un respeto a no mostrar nuestros cuerpos imperfectos al resto, a no estimular a bajos instintos con nuestras formas animales que incitan a la lujuria? No me cuadra esto mucho tampoco cuando vivimos en una sociedad en la que para anunciar un pan de molde se utiliza la expresión « ¿Se pondrá duro?», dicho esto con toda intención por una nena monísima a un nonagenario enviagraó (Si lo chupas, seguro). 
«Hostia, So, eso solo está en tu mente enferma.»
Blonde, blonde mind y dejadme, leche, que en este país se pone todo el mundo que lo ha dicho Olibarría. Vale, puede que eso no sea un buen ejemplo pero que no hay que irse muy lejos para ver féminas de miradas lujuriosas y anhelantes anunciadas para publicitar cualquier mierda en bote o efebos llenos de bultos y bultazos que son reclamo para la divulgación comercial de coles garrapiñadas. Cualquier festival de Eurovisión se acerca a la pornografía de manera alarmante y esta está tan extendida y aceptada que ya no tiene ni gracia ver a dónde carga el prota ni para qué se va a utilizar ese sifón industrial que se ve al fondo de la escena junto a la lata de aceite.

Pero no nos mostramos en ropa interior, no, aunque luego seamos las primeras en utilizar el fetiche del tacón y haya días en los que una se sienta tan leona que la minifalda es solo una idea que se insinúa bajo el cinturón. Tampoco importa que en ocasiones tiremos de todo el arsenal disponible y que dejemos libre (como espíritu de renovación) el escote a la hora de ir al banco o a una entrevista de trabajo.
Entonces digo que será lo que llamo el «efecto pareo». Esto es que en la playa te da lo mismo ir en pelotas como las monas porque todo el mundo va igual y te camuflas en las fofeces y estrías de la masa, pero basta que te alejes unos metros hasta el paseo marítimo y te ates un pareo semi trasparentes, para no poner el culo en todas las banquetas de chiringuito, para que te sientas observada. Coño, girad la cabeza que ahí hay un equipo universitario de vóley playa femenino en topless. Pero no, ya no es lo mismo. La sombrilla de Bacardy te ha introducido en el mundo civilizado alejándote de la costa donde todo está permitido. Ahora no muestras, ahora insinúas y además al aire acondicionado te está dando en el cogote y este biquini no está hecho para ocultar aglomeraciones de sangre no calculadas.
Así que te sientes observada e incómoda al acaparar la atención de los nenes del local. Te terminas la clara, la tapa de amenazante mayonesa  y te vuelves a la hamaca a lucir tu tanga de Yamamay, pero ya nadie te mira, vuelves a ser invisible a pesar de que eso de tu glúteo derecho se ve con claridad que es la marca de una dentadura humana.
El pudor y la vergüenza es algo del conductismo y no dependiente de la genética. Nuestro entorno nos condiciona hasta el punto de decirnos qué bragas podemos enseñar y cuáles no.
Todas somos fashion victims nos guste o no, vayamos muy de castañas anodinas o no. Así que ahora que llega el buen tiempo, joder, nenas, liberaos, vestido de tirantes, algo bonito debajo y que hablen.
Tal y como se están recortando las libertades en estos tiempos, es posible que sea lo único en que nos dejen elegir.




Recién llegada del festival de cine de Málaga, con las pestañas quemadas por los flashazos, los focos y el estrellato, mañana tenéis a Regina Roman que os brinda su Mota Rosa.

2 comentarios:

  1. No sé de dónde vienen nuestros pudores, ni si lo que planteas depende de eso o de complejos o de cualquier otra cosa.Me parece que nos importa demasiado el juicio de los demás, su opinión, y su aprobación tácita..o más bien que no te criminalicen ni te den un juicio negativo (si vas bien ni aso, pero si vas mal prepárate).
    Cada persona tiene su gusto (no siempre el mismo), sus ganas de lucir tal o cual prenda, o tal o cual parte de su cuerpo. Mil motivos, mil personas.
    ¿Qué mas da no?
    PD: Yo prefiero el invierno. Lo de ir "sudao" como dices es lo único que no soporto

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  2. Yo iría a la playa copn abrigo si me gustara la playa. Y en bolas por Gran Vía si me gustara mi cuerpo.

    Es lo que hay.

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